EL 22 DE OCTUBRE DE 1844 fue un día del que estuvieron muy pendientes 50.000 personas de la costa oriental de Estados Unidos. Su guía espiritual, William Miller, había afirmado que Jesucristo regresaría en aquella fecha. Los mileritas —así les decían— esperaron en sus lugares de reunión hasta la noche. Al alba, el Señor no había venido. Decepcionados, volvieron a sus casas, y desde entonces llamaron a aquel día el “Gran Chasco”. Pero la desilusión no tardó en dar paso a la esperanza. La joven Ellen Harmon persuadió a un grupo de mileritas de que Dios había revelado en varias visiones que el cálculo cronológico era correcto. Señaló que aquel día había sucedido algo trascendental: Cristo había entrado en “el santísimo del santuario celestial”. Más de un decenio después, el predicador adventista James White, que se había casado con Ellen Harmon, acuñó una expresión para designar la naturaleza de la obra de Cristo a partir de octubre de 1844. En la publicación Revi...
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